Las barras bravas,
también conocidas como ultras han estado presentes desde hace muchos años en el
futbol en todo el mundo. Si bien se sabe perfectamente que en muchos países se
han llegado a convertir en una lacra y han perjudicado enormemente al espectáculo,
aún hay quien las alienta.
En Inglaterra se
llegó al extremo de una sanción internacional que privó a todos los equipos
británicos de cualquier participación en competiciones internacionales y el
gobierno se vio forzado a tomar cartas en el asunto. Los británicos pusieron en
marcha planes y medidas que, poco a poco, fueron surtiendo efecto. El gobierno
de Margaret Thatcher tomó al toro por los cuernos e impulsó medidas muy fuertes
que si bien fueron criticadas en su momento, lograron erradicar de forma
dramática los problemas ocasionados por los aficionados violentos. Se prohibió
la entrada a los estadios de todo aquel fanático que hubiera sido fichado y se
establecieron penas que llegaban a los 3 años de alejamiento de los campos a
todo aquel que fuera encontrado culpable y se procedió con toda la fuerza de la
ley.
Los ultras que
habían sido fichados y reincidían fueron condenados, entre otras cosas, a
quedar fuera de los campos de futbol en Inglaterra y Europa. Se involucró a
todos y cada uno de los clubes de futbol profesional del Reino Unido y se
instalaron cámaras de seguridad para grabar el comportamiento de los fanáticos
en todo momento. Cuando una sección se conduce de manera impropia, se sanciona
al club, se cierra el sector del graderío y se presentan cargos contra los
agresores y/o instigadores. Así de simple. Y el invento les ha funcionado a la
perfección. Los famosos hooligans han abandonado los estadios y las familias
han regresado a apoyar a sus equipos, dejando atrás las tragedias que
sacudieron en su momento al futbol internacional.
Pero el problema de
los ultras no es únicamente de Inglaterra sino que abarca a toda la familia del
futbol. En Argentina se han tenido muchos problemas con los ultras que,
incluso, han puesto en riesgo partidos y han obligado a las autoridades a
cancelar encuentros y reprogramarlos. Los cateos a los estadios antes de los
partidos son cada vez más comunes y lo peor del caso es que muchas veces los
propios equipos son los que ayudan a armar a los ultras.
En Italia también se
han dado problemas muy graves. Se ha documentado que en los 80's, la mafia que
controlaba la reventa de boletos en algunos de los principales estadios
italianos, se metieron también al negocio de las drogas y tomaron mucho poder,
por lo que las autoridades se han visto forzadas a intervenir y se ha llegado
al extremo de prohibir los viajes de los seguidores de equipos visitantes
cuando hay partidos de alto riesgo.
En España, algunos
clubes, entre los que se encuentran Barcelona y Real Madrid, ya han emprendido
acciones contra las barras bravas, pero otros se han tardado en reaccionar
aunque, después de lo ocurrido hace unos días entre los ultras del Frente
Atlético y los de Riazor Blues, que aparentemente se citaron desde hace dos
semanas para enfrentarse en una pelea de la que resultaron varios heridos y al
menos una persona falleció. Ha trascendido que entre los 21 detenidos por la
policía, al menos 9 cuentan con un historial delictivo que va desde robo con
violencia hasta fraudes, pasando por hurtos, atracos y malos tratos.
Sin duda la mejor
opción contra este tipo de situaciones extremas es tomar decisiones prontas e
involucrar a instituciones federales, estatales, municipales y a los propios
clubes. Bien dice el dicho que "cuando veas las barbas de tu vecino
cortar, pon las tuyas a remojar" y lo mejor que podrían hacer las
autoridades de otros países es analizar el caso presente y tomar acciones en
conjunto con toda la familia futbolística para erradicar de una vez por todas
todo tipo de violencia en el futbol.
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