La FIFA se
encuentra, de nueva cuenta, en un predicamento. Por un lado, Michael García,
presidente de la Cámara de Instrucción del Comité de Ética de la FIFA, encabezó
una investigación y presentó un documento de más de 400 páginas en las que,
supuestamente, se desglosan y comprueban las anomalías que ocurrieron durante
la elección de Rusia y Qatar como sedes de los mundiales de 2018 y 2022
respectivamente, y por otro, Hans-Joachim Eckert, presidente de la Cámara de
Resolución del Comité de Ética de la FIFA, concluye que en dicho documento no
se prueba nada, que las violaciones al Código de Ética de la FIFA no
comprometieron el proceso y, por ende, se da por concluida la investigación y
publica un breve resumen apenas superior a las 40 páginas para darle carpetazo
al asunto.
Queda claro que la
FIFA es un organismo muy complejo y que muy probablemente todo quede entrampado
de tal forma que no sea posible presentar cargos ni corregir errores. El Comité
de Ética tiene dos cámaras, una de instrucción, presidida por García, y otra de
resolución, presidida por Eckert.
Las desavenencias
entre ambas cámaras han provocado que algunos miembros del Comité Ejecutivo se
pronuncien a favor de la publicación completa del informe enviado por García
quien si bien dice estar en posibilidades de tomar medidas y buscar revertir la
decisión tomada por la comisión de resolución, está limitado por el código de
confidencialidad del Comité de Ética de la FIFA que le impide publicar el
documento.
Es obvio que dado el
desacuerdo existente, lo más prudente, por llamarlo de alguna forma, sería
publicar íntegro el documento y transparentar así la decisión tomada por la
cámara resolutiva, dirigida por Eckert, pero esta posibilidad es muy remota ya
que podría exhibirse a más de un miembro del Comité Ejecutivo y quedarían
también expuestas las malas prácticas de más de uno de los 11 países que
aspiraban a la organización de los mundiales de 2018 y 2022.
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