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jueves, 21 de julio de 2011

Duro como una roca

Paraguay lo volvió a hacer. Ha dejado en el camino ahora a Venezuela en un partido sordo, duro, peleado con agallas pero carente de futbol. Ha vuelto a una final de la Copa América tras 32 años de ausencia. Llega invicto en el torneo, pero tampoco ha logrado victoria alguna.

Paraguay y Venezuela se enfrascaron en un partido complicado, disputaron muy fuerte cada jugada e hicieron uso de todo cuanto les fue posible para impedir que el rival anotara un gol. Ambos equipos están diseñados para defender y responder con contragolpes. Ninguno busca el dominio del balón o el dominio territorial. Carentes ambos, de un líder en la media cancha capaz de armar jugadas o lanzar pases que pusieran en ventaja a sus delanteros, llegaban a base de fuerza, de lucha, casi siempre en inferioridad numérica o bien la delantera recibía el balón lejos y de espaldas a la portería.

Ambos equipos apostaron por el pase largo. La mayoría de las veces eran pelotazos buscando que alguien se enredara con algo o bien que la defensa contraria cometiera un error. Venezuela tuvo mejor fortuna con esto y logró estrellar tres balones en los postes, pero fue incapaz de conseguir un gol.

Después de un tedioso primer tiempo, la vinotinto apostó por presionar más cerca del área rival, provocando errores en la salida de los paraguayos y en muchas ocasiones obligándolos a mandar pelotazos desde su propio campo y recuperando el balón muy pronto. Esto hizo que el partido se animara un poco hacia el final del tiempo complementario y en buena parte de los tiempos extras.

De cualquier forma, la poca creatividad e imaginación en el ataque se conjugó con la férrea marcación en la defensa y ambos equipos se nulificaron para un sórdido 0-0 que forzó la tanda de penales. Las frías y poco pobladas gradas en una Argentina que no concibe la competición sin la presencia de su adorada albiceleste, tampoco ayudaron en mucho para darle ambiente al partido. Venezuela intentó ponerle entusiasmo al partido, pero Paraguay cortó sus avances duramente cuando pudo y cuando no, contó con las buenas intervenciones de su arquero, del Villar, o bien de los postes. Si bien los paraguayos no sufrieron tanto como ante Brasil que los había obligado a santiguarse en cualquier cantidad de ocasiones, sí tuvo ocasión para contener el aliento.

Paraguay anotó todos los penales que lanzó mientras que Villar, el arquero paraguayo, paró un penalti a Lucena, lo que les dio el triunfo y el pase a la gran final de la Copa Libertadores, a la que llegan sin lucimiento alguno, concentrados en impedir que el rival haga lo suyo más que en ofenderlo con su futbol.

Lamentablemente, al final del partido hubo un intercambio de palabras que estalló en bronca entre venezolanos y paraguayos, lo cual empañó aún más el triste espectáculo brindado por ambos equipos.

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