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miércoles, 10 de agosto de 2011

Perdiendo la cabeza


Hernán Darío "El Bolillo" Gómez ha renunciado a la dirección técnica de la Selección de futbol de Colombia a unos días de haber protagonizado un bochornoso episodio a las puertas de una discoteca en Bogotá, Colombia en el que agredió a una mujer que lo había insultado por su labor al frente del equipo cafetero en la pasada Copa América.

Si bien el Bolillo había pedido perdón y se había declarado arrepentido, la presión de la prensa y afición colombianas terminó por forzar su renuncia. EL PAÏS publica que el técnico había mandado una nota diciendo "frente al incidente personal ocurrido el sábado y el cual me ha tenido mortificado, quiero manifestar públicamente que lamento profundamente este hecho y el haber perdido el control de la forma en que lo hice. Este acto me da vergüenza con mi madre, mi esposa y con todas las mujeres de mi familia y mi país".

La nota oficial distribuida por la Federación Colombiana de Futbol y a la que se refiere toda la prensa mundial dice: " esta mañana, después de una profunda reflexión personal y buscando el mayor beneficio para el país, la selección colombiana, la Federación, los patrocinadores y asumiendo las consecuencias de sus actos, Hernán Darío Gómez presentó la renuncia a su cargo como entrenador. La Federación colombiana quiere reiterar y ser enfática en que lamenta y rechaza cualquier hecho de violencia ejercida por funcionarios, jugadores o entrenadores".

Hernán Darío Gómez se había forjado un nombre como técnico en su natal Colombia y su figura se acrecentó luego de un muy buen trabajo al frente del seleccionado de Ecuador. No tuvo tanta suerte cuando dirigió al combinado de Guatemala pero nadie dudaba de sus condiciones para dirigir a la selección colombiana que ha estado ausente de las últimas tres copas mundiales y se ha visto rezagada ante los progresos de Venezuela, Chile y Paraguay que solían estar por debajo de ellos hace pocos años.

La presión era fuerte y tanto los resultados como el nivel de juego mostrado en la Copa América no fueron los esperados. Muchos en Colombia quieren ver una transformación radical que no se presentó. Cierto sector de la prensa fue especialmente crítico ante la pronta eliminación del cuadro cafetero que tampoco lució un futbol atractivo.

Imposible olvidar aquel triste episodio en el que un defensor colombiano perdió la vida a manos de un malhechor que le reclamó el autogol que terminó eliminando a su selección de un mundial. Ahora, de nuevo, un incidente por reclamos e insultos en plena calle, fuera de los campos de futbol y lejos de cualquier evento deportivo, es decir, fuera de lugar y del momento.

Es indudable que no hay forma de justificar la reacción del Bolillo y que su renuncia es la mejor opción en este momento, pero los colombianos también tienen que atender el punto de la provocación y evitar a toda costa que los sucesos de este tipo no se repitan. Si bien los jugadores, entrenadores y directivos son personas públicas, nadie tiene derecho a crucificarlos y agredirlos por el buen o mal desempeño en su trabajo. Mal por Rubén Darío por agredir a una mujer y también muy mal por la persona que provocó con sus insultos y agresiones el incidente. Reprobamos ambas actitudes. Aprendamos a respetar.

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