El Real
Madrid conquistó por tercera ocasión la Supercopa de la UEFA en una noche
mágica en la que logró sobreponerse a un 1-2 adverso forzando el empate en
tiempo de compensación y liquidando el encuentro en tiempo extra y evitando la
tanda de penales por unos instantes. Los madridistas ya llevan 16 años sin
perder una final europea, sin duda un hito en el viejo continente.
Zinedine
Zidane plantó al Real Madrid con un 4-3-3 en el que habían varias ausencias
importantes. Castilla salió a cubrir la portería, Carvajal, Varane, Ramos y
Marcelo se ubicaron en la defensa, Isco, Casemiro y Kovacic se hicieron cargo
de la media cancha y arriba, en lugar de la BBC, Lucas Vázquez, Álvaro Morata y
Marco Asensio. Para muchos, era la oportunidad de James, pero Zizou apostó por
Asensio, un joven de apenas 20 años que mostró excelentes cosas y, por si fuera
poco, fue el encargado de abrir el marcador cuando corría el 21' con un
soberbio zurdazo de larga distancia que venció a Sergio Rico, arquero del
Sevilla, para incrustarse en la horquilla. Vaya tarjeta de presentación con los
merengues.
El
arranque había sido de los merengues, que se mostraban muy activos y con muy
buenos destellos dominaban al Sevilla que presentó un jeroglífico difícil de
resolver y en el que se va notando la mano de Sampaoli que gusta de jugar al
ajedrez sobre el terreno de juego y parece tener un manual para complicarle la
existencia a cualquier rival.
Ya con la
ventaja en la bolsa, el Real Madrid buscó apertrecharse bien en la retaguardia
y salir a contragolpes, aprovechando la gran velocidad de sus delanteros. El
Sevilla comenzó a controlar mejor el esférico, algo que le gusta a Sampaoli, y
a darle circulación horizontal pero carecía de profundidad y no fue sino hasta
pasada la media hora que puso a trabajar a Casilla, arquero madridista, con un
disparo de larga distancia.
Cuando
corría el 40', Daniel Carrico hizo un excelente cambio de juego, Vitolo y
Varane se enfrentaron en un mano a mano y parecieron trabarse mentalmente, por
lo que Franco Vázquez apareció de la nada para rematar y empatar el partido a
un gol por bando.
El
Sevilla se había adueñado del balón e imprimía el que seguramente será su sello
bajo el mando de Sampaoli, haciendo circular el balón con velocidad e
insistiendo con decisión hacia el frente. La zaga madridista se tuvo que
emplear a fondo para contener los embistes contrarios y achicar el agua que
parecía colarse en su zona baja.
Cuando ya
corría el 70', Vitolo enfrentó a Ramos y este, en su búsqueda de interrumpir el
avance, hizo contacto con el atacante sevillista y el árbitro determinó que
dicho contacto era suficiente para marcar la pena máxima que Konoplyanka
convirtió inmediatamente en gol para darle la vuelta al marcador, 1-2.
El
Sevilla tenía la Supercopa a tiro y mandaba en el terreno de juego, pero el
Madrid, que parece hecho para estas grandes ocasiones, supo reaccionar y cuando
ya todo parecía perdido, emergió la figura de Sergio Ramos quien, otra vez en
el 93', que parece ser su mejor momento en un partido, surgió como un héroe
para los merengues y convirtió el 2-2 con un cabezazo a pase de Lucas Vázquez.
El
Sevilla quedó tocado con el gol de Ramos. No es fácil reponerse a un golpe de
esas características. El haberse visto a unos segundos de la gloria y ver como
se esfuma el sueño con un contundente golpe de un enemigo que parecía derrotado
y sin recursos tuvo serias repercusiones.
Para
colmo de males, el Sevilla perdió a Kolodziejczak por doble amarilla cuando
apenas iniciaban los tiempos extra y el Madrid se adueñó del partido, tirando
con fuerza y corazón hacia el frente y poniendo en aprietos a Sergio Rico que
tuvo que emplearse a fondo para evitar la debacle de su equipo pero que ya no
pudo evitar que Dani Carvajal que sacó fuerzas en un último estirón, dejando
sembrados a cuanto rival se le enfrentó, y logró un enorme gol, demostrando
fuerza, velocidad y contundencia para matar al Sevilla cuando ya todos daban
por hecho que el partido se iría a la tanda de penales y ya no quedaba tiempo
para reaccionar.
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