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jueves, 2 de enero de 2014

Crisis pampera


Muchos hablan mucho del futbol argentino pero normalmente se enfocan a comentar superficialmente estadísticas y números que no dejan ver la realidad del deporte en ese país y ocultan una profunda crisis que cada vez es más obvia y perniciosa.

Para muestra un botón: El pasado 15 de diciembre, unas horas antes del comienzo de un partido entre Vélez Sarsfield y San Lorenzo en el que ambos luchaban por el título de la liga, se encontraron armas blancas, bengalas y algunos otros tipos de artefactos prohibidos por lo que una juez determinó que no era prudente llevar a cabo el partido y es que la corrupción en dicho país ha llegado a tal grado que se había juntado un arsenal en el propio estadio para que los fanáticos pudieran pasar perfectamente el control policial y armarse una vez adentro. La juez determinó que ante esto no era conveniente llevar a cabo el partido y dio la orden para cerrar las puertas del estadio de Vélez.

La presión de la Federación Argentina de Futbol se sintió al instante y las altas esferas comenzaron a movilizarse pero la juez se mantuvo firme hasta que el Secretario de Seguridad Pública y el Jefe de la Policía accedieron por escrito a responsabilizarse de la situación y la policía tomó cartas en el asunto revisando las instalaciones a fondo y apuntalando la seguridad para evitar cualquier desaguisado.

Lo cierto es que el futbol argentino está siendo víctima de sus propios errores y es que las irregularidades y favores han cundido hasta el punto de que han perdido el control del juego y el espectáculo cada vez brilla más por su ausencia. Muchos directivos apostaron por las ya famosas barras bravas y se sirvieron de ellas por años para diversos fines pero ahora estos grupos violentos se han salido de control y amenazan con desquiciar el deporte alejando a las familias de los estadios y los incidentes cada vez son más frecuentes.

La teatralidad ha superado cualquier previsión y cada vez se aleja más el espectáculo del futbol, algo que va generando una presión cada vez mayor sobre jugadores, equipos y aficionados y parece una pesada losa que hasta el momento nadie se atreve a mover.

Si bien las muestras son cada vez más frecuentes y los incidentes en los que aficionados furibundos atacan jugadores o instalaciones e interrumpen entrenamientos o retrasan partidos, las altas esferas del futbol argentino siguen apostando por sus buenas relaciones con el poder y se niegan a analizar el problema que ellos mismos han creado pese a que las pérdidas en las finanzas de los equipos se hacen cada vez más obvias y las dificultades cada vez más difíciles de ocultar.

¿Hasta dónde llegarán? ¿Hasta cuándo se atreverán a llevar a cabo cambios que les permitan regresar al verdadero espectáculo que es el futbol? Esperemos que pronto encuentren soluciones que permitan al futbol argentino reencontrarse con su esencia y volver a desplegar ese futbol que los ha hecho grandes en el continente y en el mundo.

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