Para José Mourinho, el Barcelona se ha convertido en una obsesión y esa obsesión le está saliendo cara porque no sólo no ha logrado ganarles, sino que también ha causado estragos en el vestuario y en la afición. El Real Madrid se vio desdibujado ante el Barcelona al querer sorprenderlo con una alineación alternativa que privilegiaba la garra y la fuerza sobre la técnica y el oficio.
Ayer la historia fue claramente distinta. Claro, no tenían enfrente al Barcelona pero sí a un complicado Athletic al cual vencieron 4-1. Los de Bilbao plantaron cara e hicieron su partido pero terminaron cediendo ante un Real Madrid que mostró una cara muy distinta en el fin de semana a la que había puesto a mitad de semana ante el equipo azulgrana. En esta ocasión, el equipo blanco se adueñó del balón y dominó a su adversario, sin permitir libertades.
No hay duda de que este es el Madrid que quiere ver la afición. Un equipo bien plantado, que presiona desde la salida al rival y que roba el balón cerca del área enemiga. Un equipo cuya estrategia es buscar asfixiar al rival con rápidos toques de balón y profundidad en el ataque, no un equipo agazapado atrás en busca de un contragolpe.
Y aún cuando tenía enfrente a un Athletic altamente competitivo y en busca de protagonismo, el Madrid supo entregar lo mejor de sí mismo y, como resultado, pudimos gozar de un gran partido, lleno de emociones, buenas jugadas y sí, mucho futbol de ambos lados.
El Athletic terminó sucumbiendo y terminó por bajar los brazos cuando se quedó en inferioridad numérica, pero comenzó bien, incluso logró empatar a 1 al minuto 25 y recibió el 2o gol hasta el minuto 46 para terminar cediendo por 4-1 al final.
Ozil y Marcelo, que fueron sustituidos en la Copa ante el Barcelona, dieron cara y mostraron que tal vez el Míster cometió un error, no sólo por dejarlos en la banca, sino por traicionar al futbol que este equipo es capaz de brindar en el campo.
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