La Real Sociedad y
Osasuna empataron a cero ayer en Anoeta con muchas intensiones pero poca
claridad. Pudo más el miedo a perder de ambos equipos que su propia ambición de
ganar y el partido resultó con mucha lucha y muy poco futbol.
Nadie puede negar
que ambos equipos se entregaron. Sin embargo, les faltó claridad y profundidad.
La tensión era obvia y el ir y venir jamás pudo traducirse en verdaderas
opciones de peligro dadas las múltiples fallas de ambos equipos para el último
toque.
El partido comenzó
con todo. Jugadas de lado a lado, de área a área pero en cuanto se asentaron
ambas defensivas y comenzó el rosario de patadas y empujones, el futbol
desapareció del mapa. El estilo propio de Osasuna de apretar y morder hacía
difícil construir jugadas para la Real Sociedad que jamás encontró la calma
para cambiar el ritmo y traducir su mayor posesión de balón en jugadas de gol.
Los desaciertos de sus delanteros y la desesperación que en algunas ocasiones
les hacía salir antes de que mandaran el pase y por ende cayeran en fuera de
lugar, hizo el trabajo más simple para la dura defensa de los de Pamplona que
no dudaban en trabar el partido y frenar los avances del equipo local con la
rudeza que fuera necesaria.
Así las cosas, nadie
tuvo el temple requerido para ordenar el juego de su equipo y ambos terminaron
firmando un aguerrido empate a ceros.
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